El trauma está en el cuerpo, no en la mente

[column width=»1/1″ last=»true» title=»» title_type=»single» animation=»none» implicit=»true»]

Durante más de 30 años he vivido identificándome con mis experiencias traumáticas. Pensando que eran esas experiencias las que causaban mi sufrimiento. Ninguno de los psicólogos ni terapeutas que encontré me pudieron acompañar “hasta el final” en mi proceso de sanación. Por lo que lo único que conseguía es retraumetizarme aún más.

No digo que las terapias a las que acudí no fueran necesarias, ya que me trajeron al lugar donde esto ahora. Sin contar con que yo tampoco estaba preparada para afrontar mi trauma desde otro lugar.

Lo que sí puedo decir es que era imposible que pudiese sanar desde esos lugares. Lo primero que encontré fue la psicología cognitivo conductual. Que me diagnosticó como que había estado muy cerca de sufrir esquizofrenia. Y me ayudó a controlar y a no tener más ataques de ansiedad. Pero mi sufrimiento seguía “hirviendo” en lo más profundo de mí.

Luego di con otras terapias con un enfoque más corporal, como la Gestalt. Pero es un enfoque corporal desde las emociones. Pude tomar muchísima más conciencia de mí misma, pero seguía estando ese terrible malestar en lo profundo.

Durante este camino lo que más me ayudó fue el Yoga y la Biodanza, porque eran prácticas que por primera vez me hacían entrar en contracto con mi cuerpo. Y no (solo) a nivel emocional, sino a nivel biológico. A sentir mis órganos, mi respiración, mi corazón, mis tensiones…

Y no ha sido hasta muchos años después que descubrí el camino para sanar el trauma. Gracias a un terapeuta somático pude comprender que el trauma no es el evento traumático que sucedió. El trauma es la respuesta de nuestro organismo a ese evento. El trauma es biológico y fisiológico. Y solo desde la perspectiva fisiológica se puede sanar.

Sanar el trauma es darte cuenta de que no tiene nada que ver contigo. Con tu identidad. Con las experiencias que viviste. Sino que se trata de tu cuerpo. De cómo reaccionó a los eventos traumáticos y de cómo sigue “viviendo” en un estado de alerta permanente, en espera de que ocurra una nueva amenaza.

El cuerpo traumatizado vive en esta espera, con la biología del trauma: constricción, adrenalina y tensión. Así el cuerpo se desequilibra y acumula un montón de síntomas físicos que pueden convertirse en enfermedades crónicas.

Y lo peor de esto es que muchas personas ni siquiera recuerdan el evento traumático. Puede que fuese tan terrible que lo bloquearan de su memoria. Como muchas vícticas de violación, que no recuerdan lo sucedido. O que ocurriera en su nacimiento o primeros meses de vida. Partos traumáticos, incubadoras, separación de la madre, adopción…

Por ello es importante encontrar un buen terapeuta que pueda acompañarte no solo en tus experiencias racionales o emocionales, sino en tu biología y fisiología. En todas las experiencias abrumadoras que se han acumulado en tu cuerpo, y que se viven como traumáticas. Aunque no seas consciente de ello.

Algunas de estas experiencias pueden ser la tensión, la desconexión, sentirte entumecido o “congelado”, tensión en los dientes y la mandíbula, problemas digestivos crónicos, estreñimiento, contracturas, adicciones (café, comida…), agotamiento, desconexión de las necesidades de nuestro cuerpo, estrés, mucha actividad, accidentes de toda clase, problemas en la piel, sobrepeso, desregulación emocional, dificultad en la intimidad y en el contacto, etc.

Si te sienes identificado es hora de que empieces a poner el foco en tu cuerpo y no en tu mente. No hay nada malo en ti. Tu cuerpo está reaccionando perfectamente como un cuerpo traumatizado. El objetivo es empezar a conectar con el cuerpo y aprender a regularse y a sentirse segura o seguro dentro de él. Nuestro cuerpo es nuestro hogar. Por ello se merece toda la atención y nutrición que necesita.

[/column]