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La adicción como regulador en el trauma

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Las personas que hemos sufrido trauma subrimos adicción a alguna sustancia, sensación o acción que nos permita regular nuestra fisiología. El trauma no es el hecho traumático en sí mismo. El trauma es cómo reaccionó nuestro cuerpo a dicho evento traumático.

Todo trauma no integrado implica una serie de síntomas fisiológicos que se mantienen en el tiempo, durante años o décadas, aun cuando no somos conscientes de ello. Hipervigilancia, hiperactivación, estrés, ansiedad, disociación del cuerpo y de las emociones, tensión, fobia a las sensaciones corporales, desregulación, etc.

Uno de los síntomas más patentes es la incapacidad de sentir e integrar cargas muy fuertes de energía. Cuando la persona empieza a sentir una carga intensa de energía en su cuerpo, no es capaz de sostenerlo.

Además, la persona no es capaz de regularse a sí misma. Al ocurrir el evento traumático la carga energética es tan brutal que la mente y el cuerpo colapsan y no son capaces de volver al estado de calma y seguridad, como sí pueden hacer los animales. Por ello el cuerpo se queda preso en una sensación constante de peligro. Se mantiene tenso e hiper vigilante en la previsión de un nuevo evento traumático.

Todo esto ocurre a un nivel somático (corporal) e inconsciente para la persona. Y aquí entra el papel de las adicciones. La adicción es una estrategia contra los síntomas del trauma que nos ofrece una sensación de seguridad “temporal”.

La adicción calma, deprime, estimula, adormece… algo en nosotros mismos y nos permite “funcionar” correctamente. E incluso experimentar el mundo.

Podemos ver la adicción como algo “negativo”, que nos destruye y nos sabotea a nosotros mismos. Lo que nos hará sentir vergüenza, y nos llevará otra vez a nuestra adicción para “hacer desaparecer” dicha sensación.

Pero la adicción no es un “habito” que elegimos cuando hemos sufrido trauma. La adicción es la única salida para calmar un sistema nervioso hiper activado. Es la herramienta que nos ha permitido sobrevivir durante años. Es la única forma que hemos encontrado para regularnos a nosotros mismos. La adicción es una vía para EXPERIMENTAR SEGURIDAD en un cuerpo que vive en una continua sensación de AMENAZA.

La salida es comprender a nuestro organismo, que está tratando de encontrar la forma de regularse para no colapsar. Y como generalmente el trauma (no integrado) ocurre en la infancia, no recordamos ni somos conscientes de estos mecanismos. Para un niño traumatizado la forma de encontrar regulación más accesible será la comida, la televisión, los videojuegos…

Con el paso de los años estas “adicciones” puede mantenerse o cambiar… Comida, sexo, compras, drogas, estimulantes como el café, smartphones. La adicción podrá cambiar, pero el mecanismo es el mismo.

La persona siente una activación muy fuerte en el cuerpo, mucha tensión, una sensación que no es capaz de sostener, una emoción “negativa” como la vergüenza, la culpa, el autodesprecio… Y automáticamente hará uso de su adicción para regularse y calmar a su sistema nervioso.

Y la respuesta no es humillarse, culparse o sentirse mal. Ya que eso nos devolverá al círculo vicioso de la adicción. La respuesta es comprenderse, escucharse, acompañarse y darse mucho amor a uno mismo. La compasión y el amor es la única forma de sanar el trauma y las adicciones asociadas.

Cuando sientas que estás regulándole a través de una conducta “adictiva”, párate, siente esa sensación de la que tratas de huir y haz lo que necesites para calmarte. Pero es importante que lo hagas desde la compasión y el amor, y no desde la vergüenza y la culpa.

Es muy sanador que tomes consciencia y puedas decirte a ti mismo.

“En este instante, y de forma temporal, estoy usando la comida para regularme y sentir seguridad en mi cuerpo”.

Un cuerpo traumatizado es un cuerpo que vive “bajo amenaza” todo el tiempo. Una expresión que yo he usado mucho toda mi vida es la de “sentirme en guardia”. En cuanto hay algo interno (subida de azúcar, un pensamiento, un recuerdo) o externo (una persona, un olor, un lugar) que siento amenazante (consciente o inconscientemente), todo mi cuerpo se pone en guardia.

Y un cuerpo que se pone en guardia sin una amenaza real, por propia definición, es un cuerpo que no es capaz de regularse. Y un cuerpo que no es capaz de regularse, necesita ALGO externa para lograr calmarse.

Así que mientras aprendo a regularme, mientras permito que mi cuerpo experimente seguridad cuando no hay amenazas reales, mientras aprendo a amarme… Seré también compasivo y comprensivo con las formas que mi niña o niño tuvieron que utilizar para regularse y no colapsar. Nuestro cuerpo es pura sabiduría y encuentra las maneras para recuperar el equilibrio. Así que es importante agradecer cualquier mecanismo que nos haya ayudado a sobrevivir, aunque sea “ilegal” o mal visto socialmente.

Así que repitamos…

“En este instante, y de forma temporal, estoy usando la comida para regularme y sentir seguridad en mi cuerpo”.

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